viernes, octubre 1

Manual para ser un déspota.

Hay ciertos requisitos mínimos para alzarse con el poder político.  No soy un experto en el tema, pero digamos que me gusta observar y leer noticias por aquí, por allá, para darme una idea de cómo funcionan las cosas en este enrevesado mundo. Mis observaciones me han llevado a concluir que inclusive muchas veces los mismos políticos no saben mucho del tema y, al igual que yo, se dedican a escuchar por aquí, por allá para hacerse una idea de cómo se llega al poder. De allí pues nace este pequeño manual con el cual pienso hacerme del poder algún día, y lo pongo aquí para que si alguien más se decide pueda hacer correcto uso del mismo y tomar las riendas de su país.


Hay que tener imagen sobre todo. Eso de la educación es historia vieja, por favor, sino pregúntenselo a Lula da Silva, quien gobernó  Brasil por varios períodos sin siquiera haber terminado la educación primaria. Entonces, lo importante es la imagen, lo que se proyecta, lo que se dice, parecer inocente y buena gente.


Ayuda bastante tener un físico atractivo como el de Rafael Correa, pero si natura no quiso brindarnos ese beneficio, siempre se puede recurrir al Photoshop o algún programa parecido que nos haga el favor. Si aun así nuestra cara no nos favorece demasiado, siempre podemos acudir a la sonrisa beatificada con la cual aparentaremos no matar ni una mosca. Hay que prestar especial atención a que sólo sea apariencia, pues es necesario, si en realidad se quiere el poder, matar no sólo una mosca sino también uno que otro mamífero de mayor envergadura.


Identificarse con el pueblo es el “Non plus ultra” del asunto. Si usamos frases como, “Ahora el toca al pueblo”, o “los zapatos del pueblo”, será genial, que las personas nos piensen sus iguales, que crean que cada mañana, al igual que ellos, nos subimos en un atestado bus a las cinco de la mañana y que regresamos agotados, en el mismo transporte, a las ocho de la noche. Como decía, es cuestión de apariencias. Gritar que es el momento del cambio nunca falla, le funcionó a Obama, a Martinelli y quién sabe a cuantos más.


No está de más tener algunos buenos patrocinadores, pegar vallas con nuestra cara, sonrisa beatificada incluida, por toda la carretera hará que las personas se vayan siendo a la idea de que somos viejos conocidos. Es buena idea regalar gorras, llaveros, plumas, suéteres, pelotas de fútbol y cuanta locura se nos pase por la cabeza, las personas siempre están dispuestas a aceptar cuantos chécheres estemos dispuestos a endilgarles.


Una vez obtenido el poder, porque es imposible fallar si se aplica la formula anterior, hay que disfrutar de la popularidad recién obtenida, aprovechar las esperanzas que nos darán millones de personas y empezar a trabajar para sacarle el mayor beneficio posible al asunto. Al principio se nos tolerara cualquier tontería, se dirá que estamos calibrando, probando.


Luego cuando la gente se dé cuenta de que aquello de la campaña no va en serio y que somos  uno más de esos políticos que se manufacturan en serie en alguna fábrica de mala muerte, sin control de calidad.    Entonces tendremos que aprender a pedir perdón, a decir que nos han malinterpretado, y que cuando dijimos no, queríamos decir sí y viceversa, que nuestras intenciones son nobles y los medios de comunicación crueles conspiradores.


Eso sí, a veces hay que tener el valor suficiente para despotricar frente a las cámaras, para mostrar ira, descontento, frustración, para retar a los diferentes sectores del país, porque no deben olvidarse que nosotros somos los que mandamos, que ellos nos eligieron y ahora nos deben aguantar. Rafael Correa nos da un excelente ejemplo cuando declaró en la reciente crisis con la policía que, si querían destruir Ecuador lo destruirían, pero él no iba a dar un paso atrás.  Total, lo que importa no es el país sino el poder, ese es el punto ¿no?


Hay que saber aglutinar poder, de a poquitos agarrar más y más toma de decisiones, meter una manito en la justicia, otra en las finanzas, unos cuantos deditos en los procesos electorales y estar atentos para no prestar atención a nada de lo que nos digan.


En medio de ese ir y venir, acabara nuestro período. Si hemos sido buenos, habremos conseguido, a través de un referéndum o una reforma directa a la constitución,  lanzarnos a las próximas reelecciones.  Entonces habrá que reiniciar en el punto uno viendo como arreglamos la alicaída imagen y aparentamos ser buenas gentes, incomprendidos y, sobre todo, con ganas de cambiar, ahora sí, el país. Téngalo por seguro, lo más probable es que las personas no se den cuenta del juego hasta dos o tres periodos después: miren a Chávez.


Aún debo observar más esos complicados malabares cantinflescos que hacen nuestros políticos para decir que no querían decir lo que dijeron cuando dijeron lo que no debían decir pero fueron mal interpretados por los  malditos medios de comunicación que se la tienen velada. Lo importante es siempre tener a quién echarle la culpa.


En fin, estos son mis limitados conocimientos con los que algún día tomaré el poder y seré un político como todos los demás.  Es lo que le gusta a la gente; como dicen en el “marketing”, fidelidad de marca.  Mientras tanto sigo ampliando mi manual y quedándome admirado de lo mucho que aún me falta por aprender. Lo que me alivia es saber que tengo los mejores maestros. 

1 comentario:

  1. De acuerdo y debes aumentar a tu manual la habilidad de decir "nadie ha dicho eso..." y debes llenarte de asesores a los cuales les das dinero para que se queden callados porque tu no vas a "co gobernar con nadie" para eso el pueblo te eligió a ti y no a ellos.
    Allí me inscribo en tu partido cuando te lances a político.

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