domingo, enero 13

De plantar arboles y escribir libros


"Tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro es fácil. Lo difícil es criar un hijo, regar un árbol y que alguien lea el libro." Anonimo
Quizá sea un poco tarde para reflexionar sobre el 2012, o quizás ahora que vamos trece días adelantados en el nuevo año, podemos ver con mayor equidad nuestros aciertos y fallos durante el año que paso. Es ahora cuando las metas que nos pusimos empiezan a consolidarse o resquebrajarse desvergonzadamente. 

Como sea el 2012 estuvo lleno de momentos trascendentales para mí como el Summit de Global Voices, la oportunidad de viajar, de encontrar nuevos amigos en los libros y uno que otro entre los seres humanos. Aun así lo que estoy seguro nunca voy a olvidar de este año que acaba de pasar ocurrió precisamente en su último mes, mientras daba el canto del cisne y todos nos preparábamos para colgar nuevos calendarios en las paredes. 

El primero de diciembre me enteré de que voy a ser papá y me cuesta escribirlo sin temblar un poco, sin preguntarme si en realidad tengo lo necesario para ser un buen papá. Creo que no existe nada más emocionante y nada más aterrador en la vida que pensar en formar un ser humano, verlo moverse por primera vez nos hace preguntarnos si en realidad podremos guiarlo a ser una persona de bien y en algún momento saber que nuestros esfuerzos honestos han dado  los resultados esperados. Hannah y yo estamos en esa montaña rusa de felicidad y miedo a partes iguales pero ilusión y emoción son mejores palabras para describir esta espiral de emociones. 

Es aterrador, es emocionante y en todas formas es indescriptible. 

Ya planté un árbol (de hecho he plantado varios) al menos ya solo me falta escribir un libro…

sábado, enero 5

Otros mundos.

Los mundos nuevos deben ser vividos antes de ser explicados.
Alejo Carpentier


Existen otros mundos. No estoy hablando de asombrosos viajes fantásticos (lo cual sería bueno) o de complicadas dimensiones de ciencia ficción (aunque estas también existen) Existen otros mundos encriptados en la cotidianidad de la vida, arrebujados en medio del caos diario y de todas aquellas cosas que a fuerza de repetición nos parecen aburridas y monótonas.

Existen otros mundos bloqueados tras la criptica cerradura del idioma, tras los complicados chasqueos de lengua, aspiraciones enrevesadas o sonidos guturales, existen otros mundos aquí mismo a la vuelta de la esquina, en la casa del vecino, en el sillón donde se sienta mi hermano.

Existen otros mundos, como si uno no fuera ya suficiente, como si uno solo no fuera vasto, inexplorable, indescriptible.

Y en todo esos mundos yo armado (o ¿sería mejor decir desarmado?) de dos o tres palabras, de alguna idea insistente y el resto de ganas que me quedan intento abrirme trocha, no siempre lo consigo, a veces me atasco, a veces me pierdo, a veces se me olvida cual es la meta, porque estoy caminando entre mundos.

Existen otros mundos, complejos, caóticos, inmensos, hermosos, desesperantes, agobiantes, llenos de misterios.

Existen otros mundos y yo aquí tan pequeño.