domingo, septiembre 25

Lo que hace falta


Hace poco empecé un proyecto nuevo.  Soy maestra en una escuela nueva y hasta ahora ha sido una experiencia muy satisfactoria.  Lo cierto es que empezar un trabajo nuevo, con un material desconocido, y a la vez estar estudiando para conseguir un Certificado de Maestro Internacional es bastante consumidor.  Tanto que, una vez más, he descuidado el habito de plasmar mis pensamientos aquí.  No porque no tenga nada que decir.  Sencillamente creo que me cuesta adaptarme y soy un poco lenta para acostumbrarme a nuevos horarios y aprender cómo incluir todo lo que valoro dentro del tiempo que tengo disponible. 

Al sentirme un tanto consumida por el trabajo al que estoy dedicándome ahora mismo, he reflexionado muchísimo en cuanto a las oportunidades que se pasan cuando uno decide tomar un camino en vez de otro.  Lo cierto es que tomar una decisión y caminar en una dirección puede que abra más puertas de las que cierra pero, quizás no son las puertas que se hubieran abierto si te hubieras quedado en el camino que estabas.  

Hace dos años decidí regresar a Panamá, esa no fue una decisión fácil.  Todo lo que pensé que me iba a costar, efectivamente, me ha costado.  No me acostumbro al tráfico, extraño mi circulo amplio de amigos o tal vez extraño a los amigos con círculos amplios, extraño el arte y la música, e irónicamente extraño poder ser participe en ayudar a personas con menos recursos. 

Sin embargo, si no hubiera venido a Panamá no estaría viviendo esta experiencia de trabajo y estudio tan bonita que estoy viviendo ahora mismo.  ¡Es mejor de lo que hubiera imaginado!  Lo irónico es que muchas veces no me siento miembro de la comunidad o las comunidades en las que me encuentro --será idea mía y es posible que lo sea-- pero,  a veces me cuesta identificarme con esta nueva vida que es mía. Es mejor de la que me imaginaba pero a la vez es difícil. 

Lo curioso es que tal vez no soy la única que se siente así.  Quizás una gran cantidad de las personas que están a mi alrededor se sienten igual que yo.  No se identifican con las personas que les rodean y se sienten extraños en los lugares que deberían ser conocidos para ellos.  Tal vez no soy la única.  Y aunque fuera la única, tiene su lado bueno.  El sentirse extraño te deja mucho espacio para reflexionar y buscar la razón por la que haces lo que haces.  Creo que eso es bueno.  Muchas veces hace falta la reflexión y por eso siempre regreso a este espacio.  Esto es lo que me hace falta.

viernes, septiembre 9

Lecciones de Thoreau o Democracia para dummies.

"La diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer las ordenes."
Charles Bukowski

Empecemos poniendo las cosas en perspectiva. Al igual que la mayoría de los que lean este blog yo he sido criado bajo la “democracia” es decir se me ha enseñado en la escuela, los medios de comunicación, la universidad, etc. –Democracia es cuando el gobierno recae sobre el pueblo- me dijo mi maestra de 4 grado y yo me la creí. –Democracia es cuando la mayoría toma las decisiones del país- me dijeron ya cuando estaba en la secundaria y también asentí emocionado y alegre por la idea de no estar viviendo aquellos años oscuros donde un dictador o un rey (si es que hay diferencia) tomaban las decisiones por todos.

Pero seamos sinceros ¿Cuánta democracia tenemos realmente? Por ejemplo ¿estamos todos de acuerdo en que cada año se gasten millones de dólares en que presidente pueda comer caviar cada vez que sale de viaje? O ¿Estarán todos los estadounidenses de acuerdo con cada guerra que se le ocurre al presidente de turno? O ¿Aprobamos que personas vulgares y malsonantes –como el diputado Sergio Gálvez- se hagan llamar “padres de la patria”? 

En la democracia pirata que nos ha tocado vivir nuestra participación ciudadana se reduce prácticamente a votar cada cinco años y cruzar los dedos por haberle dado el voto al candidato correcto. Después nos toca solamente rabiar frente a los televisores, los diarios o las pantallas de computadoras viendo como el que había prometido ser diferente resultó igual o peor. Y esperar cinco años más para repetir el proceso; a eso le llamamos democracia. 

Hace unos meses cayó en mis manos un ensayo llamado “Sobre el deber de la desobediencia civil” escrito por Henry Thoreau. Es un escrito imperdible. Thoreau fue todo un personaje, difícil de emular sin embargo en este ensayo breve nos deja algunos retos que pienso caen como anillo al dedo a nuestra situación (Panamá, Guatemala y cualquier país con mal gobierno ¿hay alguno que tenga uno bueno?) pueden leer el ensayo pero también quiero compartir algo de lo que me ha hecho pensar. 

Mi participación “democrática” no termina cuando tengo mi dedo marcado de tinta después de haber votado (o botado) votar no es una acción en sí, es apenas la emisión de una opinión. Creo que este candidato es el mejor y por tanto voto por él, pero dista mucho de hacer algo por lo que realmente creo. La sociedad no debe ser sometida por el gobierno sino a la inversa. Sabemos por experiencia como son las cosas, es más las esperamos, y creyendo  no poder hacer nada agachando la cabeza y esperando el final del periodo para dar el famoso “voto de castigo”. Estúpidos de nosotros que hemos limitado nuestra participación ciudadana a una papeleta. 

Las redes sociales han venido a darle un poco la vuelta a la tortilla. Ya nos pueden contar los últimos gobiernos derrocados por un pueblo insatisfecho y deseoso de justicia. No obstante y siendo sinceros aún falta mucho por hacer para tener una democracia de verdad. Aun nos falta tener convicciones sobre lo que realmente queremos para el país y entonces luchar por eso. El problema quizá vaya por el lado de habernos acostumbrado a dejar que sean otros los que tomen las decisiones y otros los que se equivoquen para poder limpiarme la conciencia con la idea de que mi voto no fue por esa persona o que al menos en un par de años esa persona se bajara de la silla presidencial. 

La democracia, la verdadera no la caricatura que nos han pintado, es quizá la mejor forma de gobierno, pero al mismo tiempo la más difícil pues anula la idea de que la culpa es de los políticos o de la mayoría pues la democracia abre la puerta para que yo pueda manifestar mis convicciones y llevarla hasta las últimas consecuencias. Si despotrico y digo que el país se está yendo al garete y lo hago desde la comodidad de mi casa sin mover un dedo más allá es que realmente no me importa y soy solo un esclavo más del sistema.  

No hablo de salir a cerrar calles que afectan a todo el mundo menos al gobierno, hablo de tomar responsabilidad de mis actos cotidianos y pequeños, hablo de estar dispuesto a decir lo que creo, a señalar culpables, a ser incorruptible, a tener convicciones y a estar dispuesto a defenderlas. El verdadero cambio eres tú no un panfleto político o un presidente amargado con ganas de revanchismo. Si el país esta inestable es por nuestra culpa que hemos dejado su rumbo en manos de unos cuantos politicuchos nunca es tarde para hacer algo, para alzar la voz, para cambiar de verdad.