lunes, junio 28

Una de amor...

Amar no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección.

Antoine de Saint-Exupery (1900-1944) Escritor francés.

Faltan veintisiete días. Tengo una mezcla de sensaciones, nervios alegría, expectativa. En resumen soy feliz, no encuentro otra palabra para describir esta mezcolanza. En veintisiete días voy a casarme con la que ha sido (y es) mi amiga, mi confidente, mi consejera, mi asesora, mi porrista y mi colega.

Nuestra historia es complicada y bonita al mismo tiempo. Con largos periodos de silencio y periodos de cercanía total a pesar de la distancia. Este blog nació como una manera de estar juntos, de poder compartir, de poder escribir sobre nuestras inquietudes, nuestros temores, nuestras dudas y nuestras certezas.

Estos días de estar preparando todo, de estar esperando a Hannah, de planear detalles, y de sentir que los días se estiran más de lo debido, incumpliendo reglas fundamentales de tiempo y espacio. Me tranquiliza sin embargo la certeza de saber que estaremos juntos para siempre.

Si debo escoger una palabra para definir nuestra relación esa sería amistad. Hemos sido amigos por muchísimo tiempo (desde hace doce años) cuando ha sido fácil y cuando ha sido difícil, cuando hemos estado cerca y (la mayoría del tiempo) cuando hemos estado lejos. Nos ha permitido conocernos y respetarnos a pesar de nuestras diferencias. Y estoy seguro seguiremos siendo amigos para siempre.

Debo escribir sobre esto pues es lo que me llena y es lo que tengo en la cabeza. Y el escribir para mi es la manera de sacar todo, de aclararme, de decir que soy feliz. Este blog nació como una forma de acortar distancias. Creo que después de todo cumplido su objetivo.

Fotografía: Debora Vargas Ramirez

lunes, junio 21

Héroes que han vencido a nadie hasta hoy...

A menudo los héroes son desconocidos.

Benjamín Disraeli

Los héroes deben ganar. Esa es la premisa. Los perdedores nunca reciben medallas o recompensa alguna. Inmediatamente pasan a un segundo plano, al olvido; y de allí rara vez regresan. Conciliar heroicidad con victoria nunca ha sido algo extraño.

En los tiempos que corren es peligroso adherir lo uno a lo otro. Los héroes son cada vez más reducidos. Los héroes que hacen lo correcto aun menos. Cada vez es más fácil quedar indignado ante las atrocidades que hacen nuestros políticos, las depravaciones de nuestra sociedad y las tonterías de los medios de comunicación. ¡No hay remedio! Y el pesimismo pasa de ser premisa a ser estilo de vida. La mediocridad y el conformismo se instalan en la sala de nuestra casa justo al lado de nosotros en el sillón donde veremos las noticias y nos limitaremos a mover la cabeza negativamente.

Cada vez es más común ver en nuestros países la desesperanza y la falta de credibilidad en los gobernantes. El abstencionismo omnipresente en las elecciones “democráticas” de nuestros países demuestra nuestra incredulidad en los pequeños actos. -¿de qué sirve un voto?- solemos excusarnos cuando preferimos no salir a las urnas.

Hemos dejado de creer en los pequeños actos que marcan diferencias. Preferimos esperar hasta tener grandes oportunidades, grandes cualidades o grandes poderes para poder hacer algo. Esperamos ver al héroe que se levante con poder y cambie toda la situación en un tris tras.

Escuchando canciones me topé con una frase genial en la canción de Fernando Delgadillo titulada “el gigante” (no sé si la autoría es de él pero al menos él la canta): Traigo en la maleta indios, carabelas, barrios y sudor, sangre como ríos, héroes que han vencido a nadie hasta hoy.

Encontrarse con la frase de “héroes que han vencido a nadie hasta hoy” puede parecer contradictorio. Un héroe no siempre gana. Es la realidad. La persona que se atreve a levantar su voz contra un sistema corrupto y sufre las consecuencias. Las personas que escriben en los periódicos y terminan presos, (como en Venezuela). Aquellos valientes que murieron luchando por la independencia de nuestros países. Ellos, a pesar de no ganar son también héroes.

Ser héroe no significa vencer. Significa hacer lo correcto y estar dispuesto a sufrir las consecuencias que eso pueda conllevar.

domingo, junio 20

Aprendiendo a jugar

Hace poco vi un documental sobre Fito Páez, en el que Cecilia Roth -su esposa, hasta donde sé- decía de él: "Se toma la vida tan en serio y tan en broma como hay que tomársela". Y la frase se quedó conmigo.

A veces pienso en lo mucho que me cuesta hacer o seguir las bromas en mi vida diaria, aunque las disfruto muchísimo y me dan la dosis de risa necesaria para irla pasando a pesar de la existencia -no la vida-, esa que no me gusta tanto. Un poco callada y seria al principio, voy sacando mi sentido del humor a cuentagotas, cuando empieza a haber confianza y certeza de que la persona en efecto disfruta el ingenio, ciertas referencias, un poco de humor negro por aquí y un poco de inocencia por allá.

Es precisamente en el sentido del humor donde más se aprecian las diferencias entre una persona y otra, entre nacionalidades y culturas. Hay tantos tipos de sentido del humor como de historias, y de risas. Por eso creo que la frase de Cecilia Roth es tan acertada, porque más allá de tomarse en serio lo que hay que tomarse en serio y bromear con todo el resto, es necesario encontrar en cada uno esa forma especial, única, de tomarle el pelo a la existencia. Esto da salud, y hace que se alargue la vida de verdad.

miércoles, junio 16

Ya va siendo hora

Estaba viendo que la última vez que escribí en este blog fue el año pasado. El tiempo pasa, a veces demasiado lento, a veces demasiado rápido. Es un bicho que anda y anda, como decía La Maga. Y que de paso se va de las manos, como me sucede con cuanto zancudo se cruza en mi camino, para suerte del animal y para vergüenza mía.

Leía un blog de Lauri García Dueñas sobre lo que se siente llegar a los treinta. Tengo 27, lo que me hace estar más cerca de los 30 que de los 20, lo cual a veces me gusta, o me asusta, dependiendo del caso y del momento. Y sentí mi pellejo en esas páginas. Mi sangre, y las entrañas que me he ido sacando y se han ido quedando en el camino cuando he intentado vivir la vida, cuando he querido entenderla, y quizás lo más sabio, escribirla.

Sinceramente me dan asco los insectos, pero muchas veces creo que vivir es precisamente eso: un proceso de descascaramiento continuo, a veces voluntario, a veces forzado por lo que eufemísticamente llamamos circunstancia. Al pobre Oliveira le reventaba. Y yo, con mi vocación de cronopia a veces solapada en un trabajo de 7 a 5 y holidays gringos y responsabilidades y todos los etceteras que caen pesadamente en mi a veces maltrecha soltería, no soy muy diferente que digamos, aunque no tenga 40, ni haya pasado años de mi vida vagando en París.

Veo a mis amigas casarse, tener hijos, o por lo menos estar al lado de alguien con quien planean pasar el resto de sus vidas, y me alegro por ellas, y converso con sus hombres, y cargo a sus niños, y después de todo eso pienso en lo lejos que eso está de mí, o en lo cerca que podría estar sin que me dé cuenta. No sé. Quién sabe, a lo mejor ni lo encuentre en este camino a veces plano y a veces tortuoso por el que camino todos los días despojándome de una piel que me protege y que me pesa.

Pienso en la libertad que siento que perdí cuando regresé, porque al irme y a pesar de ser extranjera, en el lado de allá era más fácil encontrar almas errantes, poéticas, idealistas, a veces antormentadas pero también asombrosamente libres como la mía. No fumo, bebo mi par de cervezas sin remordimientos, disfruto el humor negro más que antes. Como dice Lauri, cambio de ocurrencias, mas no de ideas. Y siempre supe, en el fondo, que no encajaría fácilente, mucho menos aquí. Mi rebelión fue de ideas, y en ese camino se cruzaron las letras para agarrarme con sus garras afiladas y no abandonarme nunca.

Pero a veces no me reconozco, y me asusto. De repente se me duermen las letras, y dejo de leer -de comer- y decido que quizás el dolor el mundo es demasiado grande para mis aletas pequeñas que no terminan de salir, y que bastante tengo con mi propio infiernillo personal. Y de pronto me estremezco, logro adivinar detrás de la cortina la sombra de esa oruga retorciéndose, a veces con una foto, a veces con un libro, o con una historia, la tele o lo que sea. Y siento que llego a casa.

"Hay lugares de los que nunca se vuelve", escribió Pérez-Reverte en El Pintor de Batallas. Hay lugares a los que nunca volvemos también, aunque a veces nos duela, o nos consuele.

Cuando era pequeña decía que los 25 era la mejor edad para casarse, y los 27 para tener hijos. Hoy tengo 27 y bueno, las ocurrencias cambian con uno o con las circunstancias, no se sabe, como el problema del huevo y la gallina. En fin... Después dije que no valía la pena casarse, y que quería ser una académica exitosa y dedicarme a viajar por el mundo. No he viajado por el mundo ni mucho menos estoy en la academia, pero tengo un par de entradillas en mi diario de viajes. Y el sueño de la academia no ha muerto del todo.

Con Don Paquito decidí que no había nada más satisfactorio, casi sublime, que vivir para escribir, pero pronto me di cuenta de que no es lo mismo vivir para escribir que escribir para vivir. Nunca ejercí el periodismo, pero no lo descarto. No vivo para escribir, ni escribo para vivir, pero la literatura sigue siendo mi vida. Lo que hace latir mi corazón todos los días, y lo que me gustaría estar haciendo en el preciso momento en que venga a llevarme la encapuchada, que no debe ser tan mala al fin de cuentas.

Y más o menos por ese entonces vi que no valía la pena vivir si se hacía para satisfacer las expectativas de los que nunca pagarán un recibo tuyo ni se pondrán tus zapatos. Es desgastante, y la vida es demasiado corta. Aún con los etcéteras bajo los que vivo todos los días, en medio de todo ese lodo que amenaza con estancarme el vuelo, viene la escritura como un cuchillo y va abriendome, y va sacándome la piel muerta de encima, y va liberando mis alitas para que las empiece a agitar cada vez más rápido, y cuando menos piense ¡zás! En vez de caminar estoy volando.

"Para qué quiero piernas si tengo alas para volar", dijo Frida. Y yo agregaría "para qué quiero respuestas?". Ya cerca de los 30, una de las pocas certezas que tengo -son pocas las certezas que podemos acumular en esta vida- es que no existen las respuestas correctas, que nuestro destino es morirnos con las preguntas con las que nacimos y con las que fuimos acumulando a lo largo del camino. Entonces, ¿de qué sirve vivir buscando siempre las respuestas? Así que creo que ese es el mejor -quizá el único- propósito de año nuevo que puedo repetir hasta que deje de respirar: que la incertidumbre y el misterio también tienen su gracia.

martes, junio 8

¿Qué nos hace pertenecer?

Me gusta ir a lugares donde hay mucha gente para leer. Me gusta leer y también me gusta ver a la gente. No sólo me gusta ver pero también me gusta escuchar las conversaciones de los demás. Supongo que si lo vemos por un lado es muy mala educación pero, en realidad es fascinante.
El domingo fui a pasar la tarde leyendo (y leí un libro buenisimo que todos deberían leer) y habían unas dos chicas que se sentaron cerca de mi. Tuvieron una conversación tan interesante que pasaba unos minutos leyendo y unos minutos escuchando. 
Las chicas hablaron de todo, de sus ex-novios –y en ese momento no presté mucha atención- pero después se pusieron a conversar sobre sus experiencias en otros países. Parece que una era de Vietnam y la otra, Americana, había vivido un tiempo en la China. Las dos tenían cierta conexión con la China. 
Después, una hizo el comentario que se había convertido al Judaísmo y la otra dijo que había crecido como Católica pero ya no creía en eso. Se pusieron a hablar de porqué creían o no y hablaron del lugar que ocupaba en su vida la “religión”. 
Me pareció interesante porque uno de los temas era el de “pertenecer”. Ellas hablaron de que les parecía que para muchos la “religión” es un lugar para pertenecer. Se reúnen para poder compartir algo en común con otros y darles una sensación de pertenencia. Y creo que es algo un poco cierto. 
Una de las chicas dijo, “Ahora las personas no tienen razón por la cual reunirse con otros y no pertenecen a nada, las personas están más desconectadas ahora que antes.” Y es cierto, muchas personas se reúnen por otras cosas, deportes, arte, trabajo, etc pero es interesante porque me parece que ninguno de esos vínculos crea la unidad casi como “familia” como la que se crea en una comunidad formada alrededor de la fe. 
Es interesante, y me ha dejado pensando en las comunidades que formamos alrededor de diferentes cosas y cuales son las que se convierten casi en familia y porqué será.