-Aldous Huxley
Desde que Mario Vargas Llosa ganó el premio Nobel, esta hasta en la sopa. No me molesta el asunto pues en realidad Don Mario llevaba años mereciendo ese premio que tiene más prestigio que credibilidad. Desde que es un ganador del Nobel, he tenido la oportunidad de leer varias entrevistas, repasar discursos y frases poderosas extraídas de sus libros. Leyendo un artículo que escribió Jorge Ramos al respecto, me encontré con un fragmento de su discurso al ganar el premio de novela Rómulo Gallegos en 1967, figúrense desde cuando anda escribiendo el hombre, dijo: “la literatura es fuego, es una forma de insurrección permanente… todo escritor es un descontento” la frase no pudo pasarme desapercibida y se ancló en mi cabeza.
Una cosa es querer escribir y otra, muy diferente, ser un escritor con cada una de las letras que conforman esa palabra (por allí he conocido un par de escriores y dos o tres escitores) Yo, obviamente, me encuentro en la primera categoría, deseando escribir, buscando la forma e inventando excusas para hacerlo. Sin embargo de tener razón Vargas Llosa tengo algo de escritor; el descontento.
Soy de esas personas extrañas y mezquinas a las que nada parece satisfacer. Hace algunas semanas con unos amigos durante un juego de mesa alguien sugirió que una buena palabra para describir mi personalidad era exigente, para mi sorpresa una segunda persona lo apoyó y pronto todos estuvieron de acuerdo que definitivamente “exigente” debía ir ligado a mi nombre. La cosa me molestó y me hizo pensar un rato. ¿Exigente yo?
Creo que a lo que se referían, espero, es a mi constante manía de llevar la contraria, de empujar, de no conformarme con los puntos preestablecidos y de aparentar tener convicciones inamovibles y profundos dogmas. Eso puede interpretarse como exigencia si cuando una persona aparenta estar absolutamente convencida de algo yo salgó con dos o tres argumentos para rebatirlos, los argumentos no siempre son buenos, pero sin excepción son bastante incómodos. Sin embargo a la hora de la hora, soy un ser cobarde, inseguro, dudando de todo y poniendo en tela de juicio lo que para otras personas son profundas convicciones. No siempre me gusta ser así.
A veces me gustar no ser descontento con el mundo, con el gobierno, con la sociedad o que al menos no me importara tanto, que no me preocupara lo que ocurre en el Tibet o en Chile, no querer, estúpidamente, cambiar el mundo y hacerlo un mejor lugar. No es que sea un completo amargado, disfruto de la vida como es y me encanta estar vivo en el 2010 en Panamá, en el planeta tierra, en este universo.
No obstante leer que Vargas Llosa habla de los escritores como seres “descontentos” me hace sentir un poco satisfecho, una de esas medias sonrisas –mitad orgullo, mitad vergüenza- asoma por mi rostro. No soy un escritor pero al menos en algo me parezco a ellos; soy un descontento.
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