G.K. Chesterton
Nunca me había puesto a pensar de donde vengo, en el sentido de ascendencia. Tengo la fortuna de haber crecido bajo el cuidado de papá y mamá que es algo que muchos no pueden decir hoy en día. Conocí a mi abuelo materno y hasta a mi bisabuela paterna. En realidad soy un tipo afortunado. Muchos desconocen esta cosas.
Conversando con Hannah sobre la familia ella me contaba una historia sobre una tatarabuela que salió de Francia por parte de su mamá o un abuelo que llegó, engañado, de Escocia para pelear en la revolución americana pero escapó a Canadá. Y es super entretenido escuchar las historias que tiene por contar.
Una de estas noches conversando sobre el tema me hacía pensar en mi familia, en lo especial y bonito que es saber de donde vengo, por lo menos en términos cortos, pensaba en la incertidumbre que hay en desconocer de donde venimos y aunque no pareciera importante es una inquietud que esta allí carcomiendo y nos hace pensar. Formo parte de este complejo mundo lleno de personas con historias, lleno de personajes que aunque no están aquí dejaron una huella, una marca e hijos que luego se convertirían en nuestros abuelos, nuestros padres.
Es abrumador pensar en la cantidad de mezclas, coincidencias y situaciones que nos colocaron aquí, precisamente, en el 2010. Estoy agradecido con mis padres por permitirme formar parte de una familia, por disfrutar de una certidumbre que quizá ellos mismos no pudieron disfrutar, saber exactamente de donde vengo. No sé si tendré hijos, pero algo que estoy seguro es que el día que los tenga quiero que ellos estén seguro de donde vienen y sólo deban preocuparse por hacía donde van.
Mientras escribía esto recordé un poema de Angel Gonzales que cae como anillo a dedo al asunto aunque no estoy de acuerdo del todo con su toque pesimista:
PARA QUE YO ME LLAME ÁNGEL GONZÁLEZ
Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...
Tengo un hermoso recuerdo; cuando se cortaba la luz en todas las casas (porqe yo vivo en un terreno con muchas casas, todos mi familia), me iba a la habitación de mi abuela y ella me contaba historias de cuando ella era chiquita, y asi podian pasar horas y horas, y no importaba que vuelva la luz o que sea la hora de cenar, yo me cansaba de escuchar hasta que ella no se acordaba ninguna anectoda, y aun hoy no me canso de escucharlas una y otra vez. Y aunque mi abu me pregunte ¿Te conte cuando...? Y yo ya haya escuchado esa historia, sonrio y la vuelvo escuchar, porque me gusta el brillo que hay en sus ojos al recordar cuando ella era una jovencita, dicen, a la que yo me paresco mucho.
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