"Un amigo me preguntaba porqué no construíamos ahora catedrales como las góticas famosas, y le dije: "Los hombres de aquellos tiempos tenían convicciones; nosotros, los modernos, no tenemos más que opiniones, y para elevar una catedral gótica se necesita algo más que una opinión". Heinrich Heine
Los mejores amigos son aquellos que te dejan marcas que sobreviven el tiempo o la distancia. Por ende son buenísimos amigos aquellos que te recomiendan algún autor que termina acompañándote por el resto de tu vida o al menos un buen par de años. Uno de estos hace algunos años me presentó a Arturo Perez-Reverte un escritor español que tiene la particularidad de no tener pelos en la lengua, ni en los dedos, y de escribir con tanta libertad que él mismo dice sorprenderle que se lo permitan. Conocí a Reverte en sus novelas del Capitan Alatriste, de a poco me fui introduciendo en sus escritos; ensayos y novelas históricas o los desaforados gritos que lanza cada domingo desde “El Semanal” en España donde según sus propias palabras el país ibérico, y el resto del mundo, se están yendo a “tomar por saco”.
Su personalidad directa y sin demasiadas trabas en los dedos para escribir lo que está pensando ha hecho que se convierta en uno de mis escritores favoritos. Hace apenas algunos días me regalaron su última compilación de escritos “Cuando éramos honrados mercenarios” y está de más decir que he pasado agradables horas oyendo sus opiniones sobre política, religión, tolerancia o viceversa.
Hay muchísimos escritos que vale la pena mencionar y debatir largamente, o por lo menos dedicarles una sencilla entrada en algún blog pseudo-intelectual, sin embargo quiero hacer énfasis en uno que ha quedado repicando en mi cabeza. El escrito se titula: “Porque van a ganar los malos” y aunque estoy casi seguro que Don Arturo Pérez-Reverte no estaría de acuerdo con mi interpretación igual voy a hacerla.
En este mini-ensayo Reverte hace un análisis de las dos más grandes cosmovisiones en que se divide el mundo: Oriente y Occidente. A riesgo de sonar prejuicioso, a Reverte realmente le importa muy poco sonar así o asa, el periodista nos dice que los orientales son los malos. Basa su argumento en los extremos islamitas, en la represión de las ideas, en el uso obligatorio de la burka o en la lapidación por adulterio. Habla sobre las constantes amenazas que nacen de estos pueblos con la premisa de que los infieles, o sea usted y yo, deben morir.
Señala luego que al final van a ganar ellos y se van a apoderar del mundo, echándonos a todos al mar e implantando el reino de Ala en este mundo. Debo aclarar que mi postura en cuanto a lo que ocurre en el medio oriente no es pro-nadie. Me parece que tanto Israel como los árabes son países egoístas, hambrientos de poder y a quienes no les tiembla el pulso para cortar, matar, descuartizar o hacer cuanta barbarie consideren necesaria para imponer sus ideas.
Volviendo al punto, Reverte señala la gran diferencia entre los medio-orientales y nosotros los occidentales es que ellos tienen valor para decir lo que piensan, tienen convicciones y se mantienen firmes en ellas, no les va a temblar el pulso porque dos o tres gatos se quejen de injusticia, de hecho no les tiembla el pulso ni cuando las Naciones Unidas lo hace. En cambio nosotros por la desesperación de caer bien, por el apuro de ser populares y recibir calificaciones positivas como personas tolerantes y maduras acabamos cediendo a todo y permitiendo que se nos pisoteé el nombre, las creencias y el honor.
Estamos en un mundo donde tener cualquier convicción es sinónimo de “radicalidad” o fanatismo, un mundo donde tener la cabeza vacía es la opción popular y donde debemos aprender a bailar al ritmo que nos toquen, quien lo toque y como lo quiera tocar. Nos olvidamos que la idea no es ceder ante todo sino mas bien respetar a todos y sus ideas. Nos olvidamos que el punto no es dejar de discutir sino hacerlo con civilización. No es dejar de tener convicciones sino saber respetar las de otros.
En algún punto trocaron los significados de las palabras y “tolerancia” la cambiaron por estupidez, por ser cabezas huecas y dejar que otros nos digan lo que está bien y mal sin más argumentos. Reverte concluye su escrito diciendo que al final por eso van a ganar los extremistas. Tal vez no ganen, tal vez las cosas sigan como por ahora un rato más. Lo único seguro es que mientras nuestro mundo occidental se mueve cada vez más a tragarse las convicciones y las ideas propias para aceptar lo que dos o tres sujetos populares tienen que decirnos. Al final no vamos a necesitar que nadie nos empuje al mar, bastara con que alguna artista en minifalda y más operaciones que años se tire al mar para ver a cientos de jóvenes idiotizados imitándola y quien sabe a lo mejor allí vayamos hasta alguno de nosotros, no sería de extrañar.
Quiero leer más a Reverte. Me gustaría ser alguien que no tiene miedo de decir o escribir lo que piensa y además poder hacerlo de una manera entretenida sería genial.
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