Amado Nervo
A veces los sueños pueden ser un obstáculo. Pueden obnubilarnos la vista con ingratas visiones de lo que “podría ser” y dejamos de percibir aquellas cosas que “son” y deberíamos disfrutar en su totalidad. O peor aun algunas veces se interponen entre los que haceres diarios entre las cosas vitales de cada día.
Me gusta soñar, tengo la cabeza llena de sueños, algunos más disparatados que otros y algunos más posibles que otros. He aprendido a luchar a cada instante y a procurar que en un futuro no tan lejano pueda asirme a ellos y decir: Lo he conseguido.
Pero también he aprendido a dejarlos a un lado de vez en cuando, a decir que si no llegan hoy o pasado esta bien; pueden esperar otro par de años. He aprendido a tener por satisfacción el intento bien hecho y aunque no es suficiente he aprendido a sonreír sabiendo que hice todo lo que estaba en mis manos, a veces simplemente no se puede hacer más.
Puede sonar derrotista o conformista pero lejos de ser eso quiero decir que he aprendido a disfrutar mi presente o como diría Rilke mis preguntas. A saber que las incertidumbres de hoy probablemente dejen de serlo muy pronto o quizá, y esto es más posible, sigan siéndolo por mucho tiempo más y por lo tanto en vez de convertirlas en compañeras indeseables prefiero tornarlas en mis amigas; amigas incertidumbres.
Quizá sea porque hoy ha sido un día difícil, de mirar el lado feo y grotesco de las personas. Quizá porque hoy ha sido un día de aprender sobre el ser humano, incluyéndome a mí. No obstante hoy me ha dado por pensar que mis sueños son los compañeros de viajes y que mi responsabilidad no es “alcanzarlos” es perseguirlos con todo lo que pueda, con todo lo que tenga. Si al final lo consigo, si me aferro a mis sueños y logro entonces colocarlos en la repisa de trofeos alcanzados, pendiente de estrenar, podré proseguir con otro sueño y otra incertidumbre y si no, si al final persigo un mismo sueño toda la vida sin poder darle alcance, sin conseguirlo, lejos de sentirme derrotado, espero tener la satisfacción de haberle dado todo lo mejor de mí. Sí, al final eso es suficiente para saber que el día ha valido la pena.
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