-Luis Pasteur
Ustedes saben como es eso. Una idea genial te cruza por la cabeza y piensas ¡Por fin! entonces tomas la decisión de sentarte a escribir. O como en mi caso te topas con una cosa como Nanowrimo y piensas que cincuenta mil palabras para la idea tan buena que tienes no es nada, que podrías escribir hasta cien mil.
Y entonces siete días después te encuentras como yo, escribiendo como un autómata pues la idea parece haberse ido al garete junto con tus ganas, consideras ¿qué gano exactamente con escribir esto? Al fin y al cabo ni es tan bueno, le falta esto o aquello y más que nunca te tienta la idea de simplemente cruzarte de brazos y seguir soñando con el día que una idea descienda del cielo.
Me ha pasado otras veces y me amenaza con pasarme ahora, sin embargo algo que he podido aprender en este experimento de escribir cincuenta mil palabras en un mes es que las ideas son como las relaciones interpersonales, no todo es emoción y adrenalina, de vez en cuando se debe pasar por baches de tranquilidad para entonces descubrir puntos aun más emocionantes o cosas de las que simplemente no tenías idea.
Estoy sufriendo y disfrutando al mismo tiempo el proceso de escribir estas cincuenta mil palabras pero sobre todo estoy descubriendo como escribir sin pensar en que todo sea perfecto puede ser un buen desahogo y muchas veces uno puede sorprenderse de las cosas que se le ocurrirán, obviamente el escribir las palabras es apenas el primer paso para escribir una historia de modo que me siento haciendo un borrador larguísimo (y complicado) pero en cierto sentido inclusive me siento como un lector a la espera de que va a ocurrir en las próximas palabras. La verdad ni yo tengo idea.
Ya veremos que pasa al final del mes.
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