El domingo pasado se celebraron las elecciones para alcaldes y diputados en mi país, El Salvador. Aunque tuvimos lo que siempre caracteriza los ambientes preelectorales -medios de comunicacion inundados de anuncios de todos los partidos políticos, volantes, vallas publicitarias, eventos, regalos promocionales, y por qué no decirlo, insultos y de vez en cuando una que otra pelea campal- debo reconocer que hay una curiosidad, así del tipo "aunque usted no lo crea", que nunca había notado hasta hoy: Con las elecciones, aun las ciudades más grandes del país recuperan parte del aire provinciano perdido con la "industrialización" -si se puede utilizar ese calificativo- y todo lo que esto conlleva.
Y es que las elecciones parecen un carnaval de pueblo. Así de simple, e interesante. Desde muy temprano en la mañana, incluso antes de que lleguen las personas de las Juntas Receptoras de Votos y los policías, las calles aledañas a los centros de votación, que en su mayoría son cerradas para la ocasión, se van llenando de vendedores de cuanto manjar típico se pueda imaginar: las infaltables pupusas, elotes locos, pasteles de carne y verduras, nuégados. Para los que llegan con sed hay atol, café a domicilio, sodas, refrescos, agua... Los que tienen el estómago vacío, puede encontrar desayunos y almuerzos completos: pollo, carne, pescado, rellenos...
Ir a votar, como ir a un concierto o a un partido de fútbol, no es un placer solitario: se va en familia, con amigos. Es común ver familias enteras con los bebitos vestidos con los colores del partido con el que simpatiza o milita la familia. Otros van como si fueran a misa, o a visitar a los abuelos. Y para los pequeños no puede faltar la comida tampoco: helados, minutas -que es como en El Salvador conocemos las granizadas- algodón de azúcar, dulces... Como dice una tía, "aquí lo que hace falta es estómago". Y a veces también plata.
Si ve de lejos un centro de votación abarrotado de gente, no crea que todos están allí para votar. Muchos, al ejercer su derecho y deber ciudadano y con el dedo ya empapado de tinta indeleble que durará al menos una semana, simplemente se quedan allí observando, platicando, curioseando. Otros hasta preguntan "por quién ha votado?"
Cuando se anda con familias, los lugares ideales para pernoctar son las aceras. Es triste decirlo, pero es en estas ocasiones cuando las aceras vuelven a ser de los peatones y no de los carros, bueno, a menos que se llene de vendedores. Si en las cercanías hay negocios u otros sitios públicos que deciden abrir en esa fecha, pueden tener a más de un curioso que de pronto se cruza por ahí, decide entrar y hasta compra. También es una ocasión propicia para repartir volantes de iglesias u otras causas orientadas a ayudar al prójimo.
En todas esas vueltas, es muy fácil encontrarse personas que teníamos una eternidad de no ver y que ya hacíamos en una mansión por haberse ganado la lotería, o en Marte, qué se yo, para gustos, colores, sabores y lugares. Entre pastelitos, minutas y atol hay espacio para socializar, para saludar a la gente que se conoce, ver otra gente que quisiéramos conocer, o que conocemos por referencias.
Y no podía faltar la música. Aunque se siente la falta del merengue, salsa y reguetón, por momentos se escuchan grabados los himnos de los partidos en contienda, o incluso militantes que se ponen a corearlos. Estos militantes suelen andar con los colores del partido por el que "sudan la camiseta", siempre en grupo, pero tranquilos o animosos dependiendo del momento y de si hay un grupo de militantes del partido contrario cerca. Pero a veces sucede lo insólito: nada menos yo vi a un miembro del partido gobernante, con camiseta, gorra y todo, tomándose fotos con tres del partido contrario. Como quien anda en una excursión. Definitivamente no tiene precio.
Así que si alguna vez siente abrumador el tedio de los domingos, y de paso es época de elecciones, dése una vuelta y vea, huela, saboree todas las atracciones que la fiesta cívica tiene para ofrecerle a usted y su familia. De todas formas pagamos por el carnaval y por el circo en que muchas veces se convierte la política con los impuestos salidos del sudor de nuestra frente. Algo es algo, señores y señoras.
Y es que las elecciones parecen un carnaval de pueblo. Así de simple, e interesante. Desde muy temprano en la mañana, incluso antes de que lleguen las personas de las Juntas Receptoras de Votos y los policías, las calles aledañas a los centros de votación, que en su mayoría son cerradas para la ocasión, se van llenando de vendedores de cuanto manjar típico se pueda imaginar: las infaltables pupusas, elotes locos, pasteles de carne y verduras, nuégados. Para los que llegan con sed hay atol, café a domicilio, sodas, refrescos, agua... Los que tienen el estómago vacío, puede encontrar desayunos y almuerzos completos: pollo, carne, pescado, rellenos...
Ir a votar, como ir a un concierto o a un partido de fútbol, no es un placer solitario: se va en familia, con amigos. Es común ver familias enteras con los bebitos vestidos con los colores del partido con el que simpatiza o milita la familia. Otros van como si fueran a misa, o a visitar a los abuelos. Y para los pequeños no puede faltar la comida tampoco: helados, minutas -que es como en El Salvador conocemos las granizadas- algodón de azúcar, dulces... Como dice una tía, "aquí lo que hace falta es estómago". Y a veces también plata.
Si ve de lejos un centro de votación abarrotado de gente, no crea que todos están allí para votar. Muchos, al ejercer su derecho y deber ciudadano y con el dedo ya empapado de tinta indeleble que durará al menos una semana, simplemente se quedan allí observando, platicando, curioseando. Otros hasta preguntan "por quién ha votado?"
Cuando se anda con familias, los lugares ideales para pernoctar son las aceras. Es triste decirlo, pero es en estas ocasiones cuando las aceras vuelven a ser de los peatones y no de los carros, bueno, a menos que se llene de vendedores. Si en las cercanías hay negocios u otros sitios públicos que deciden abrir en esa fecha, pueden tener a más de un curioso que de pronto se cruza por ahí, decide entrar y hasta compra. También es una ocasión propicia para repartir volantes de iglesias u otras causas orientadas a ayudar al prójimo.
En todas esas vueltas, es muy fácil encontrarse personas que teníamos una eternidad de no ver y que ya hacíamos en una mansión por haberse ganado la lotería, o en Marte, qué se yo, para gustos, colores, sabores y lugares. Entre pastelitos, minutas y atol hay espacio para socializar, para saludar a la gente que se conoce, ver otra gente que quisiéramos conocer, o que conocemos por referencias.
Y no podía faltar la música. Aunque se siente la falta del merengue, salsa y reguetón, por momentos se escuchan grabados los himnos de los partidos en contienda, o incluso militantes que se ponen a corearlos. Estos militantes suelen andar con los colores del partido por el que "sudan la camiseta", siempre en grupo, pero tranquilos o animosos dependiendo del momento y de si hay un grupo de militantes del partido contrario cerca. Pero a veces sucede lo insólito: nada menos yo vi a un miembro del partido gobernante, con camiseta, gorra y todo, tomándose fotos con tres del partido contrario. Como quien anda en una excursión. Definitivamente no tiene precio.
Así que si alguna vez siente abrumador el tedio de los domingos, y de paso es época de elecciones, dése una vuelta y vea, huela, saboree todas las atracciones que la fiesta cívica tiene para ofrecerle a usted y su familia. De todas formas pagamos por el carnaval y por el circo en que muchas veces se convierte la política con los impuestos salidos del sudor de nuestra frente. Algo es algo, señores y señoras.
Isa, gracias por esta descripción. Creo que le sacaste el aspecto bonito de una situación complicada como la de El Salvador, me gustó mucho.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Hannah. Dado que en estas elecciones la izquierda tiene mas posibilidades de llegar al poder desde que se constituyo como partido politico al terminar la guerra civil, hay mucha incertidumbre y se oye de todo, desde lo divertido hasta lo devastador... Pero en medio de todo eso seguimos siendo nosotros, los que aun sabiendo que gane uno o gane otro siempre comeremos los mismos frijoles, nos asomamos a votar y nos levantamos a trabajar al siguiente dia esperando que las cosas vayan mejor mañana. Pero es lindo y reconfortante sacar el lado divertido de las cosas ;-)
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