Ya todo el mundo sabe que el año nuevo sólo se celebra una vez al año. No nos queda otra. Mi hermano me dijo hoy 31 de diciembre que “el año nuevo es el día feriado que menos me emociona en todo el año.” Pues, no lo culpo, hay muchas otras fechas que pudieran merecerse muchísima más atención. Sin embargo, creo que pudiéramos apreciarlo de una manera distinta porque como decía Ariel en cuanto a la navidad, “conocer un tema no implica que no existan cosas nuevas que aprender al respecto.”
Lo emocionante de esta fecha es que estamos celebrando algo nuevo. Y al pensarlo la mayoría de las cosas que celebramos tienen que ver con algo nuevo o recordando cuando algo nació o surgió. Los cumpleaños recuerdan un nacimiento, las graduaciones celebran una nueva etapa, los aniversarios conmemoran un nuevo matrimonio y los días patrias celebran cuando surgió una nueva nación. La verdad es que las cosas nuevas nos emocionan o deberían emocionarnos.
Recientemente una compañera de estudio se ha convertido en mi escritora preferida y hace un par de semanas ella escribió una reflexión súper acertada en cuanto a la navidad en la que ella decía que la navidad es la época del año en la que deberíamos estar emocionados en cuanto al nacimiento. La realidad es que un nacimiento puede ser algo incomodo y costoso y muchas veces las fiestas de fin de año nos resultas de esa misma manera. Ella decía que la navidad se debe de celebrar con niños porque los niños saben como emocionarse. Y de alguna forma creo que todas las fiestas se deberían tener con niños al centro de la celebración.
Al igual que la navidad, el año nuevo celebra lo nuevo. La navidad celebra la nueva vida de Jesús quien nació en Belén y el año nuevo celebra lo “nuevo” en general. Y aunque creo que deberíamos tener niños para ayudarnos a estar emocionados por lo nuevo también es esencial tener ancianos quienes puedan ayudarnos a recordar porqué estamos celebrando. Lo nuevo no tiene mucho sentido si no recordamos lo pasado. Entre Cristianos, estamos en constante espera de lo nuevo, de que lleguen nuevos convertidos y que un día todo será renovado. Y cuando llega un nuevo convertido no podemos evitar ser contagiados por su emoción al conocer la nueva vida en Cristo. Sin embargo, al pasar el tiempo el entusiasmo se vuelve rutina y es bueno que marcamos fechas para celebrar lo nuevo y que tenemos nuevas vidas y vidas maduras que nos ayuden a festejar y recordar.
A mi me gusta el año nuevo, aunque en realidad recientemente siempre ha sido una fiesta algo personal en la que me gusta reflejar en el año pasado y reanudar mis fuerzas y propósito en las diferentes áreas de mi vida. Reconozco que en realidad es sólo un continuar, el año nuevo no es mucho más que un acto de cambiar calendarios pero me gusta ese acto, de recordar y celebrar lo nuevo y recalcar la esperanza que viene un día mucho mejor que este cuando todo será hecho nuevo.
Lo emocionante de esta fecha es que estamos celebrando algo nuevo. Y al pensarlo la mayoría de las cosas que celebramos tienen que ver con algo nuevo o recordando cuando algo nació o surgió. Los cumpleaños recuerdan un nacimiento, las graduaciones celebran una nueva etapa, los aniversarios conmemoran un nuevo matrimonio y los días patrias celebran cuando surgió una nueva nación. La verdad es que las cosas nuevas nos emocionan o deberían emocionarnos.
Recientemente una compañera de estudio se ha convertido en mi escritora preferida y hace un par de semanas ella escribió una reflexión súper acertada en cuanto a la navidad en la que ella decía que la navidad es la época del año en la que deberíamos estar emocionados en cuanto al nacimiento. La realidad es que un nacimiento puede ser algo incomodo y costoso y muchas veces las fiestas de fin de año nos resultas de esa misma manera. Ella decía que la navidad se debe de celebrar con niños porque los niños saben como emocionarse. Y de alguna forma creo que todas las fiestas se deberían tener con niños al centro de la celebración.
Al igual que la navidad, el año nuevo celebra lo nuevo. La navidad celebra la nueva vida de Jesús quien nació en Belén y el año nuevo celebra lo “nuevo” en general. Y aunque creo que deberíamos tener niños para ayudarnos a estar emocionados por lo nuevo también es esencial tener ancianos quienes puedan ayudarnos a recordar porqué estamos celebrando. Lo nuevo no tiene mucho sentido si no recordamos lo pasado. Entre Cristianos, estamos en constante espera de lo nuevo, de que lleguen nuevos convertidos y que un día todo será renovado. Y cuando llega un nuevo convertido no podemos evitar ser contagiados por su emoción al conocer la nueva vida en Cristo. Sin embargo, al pasar el tiempo el entusiasmo se vuelve rutina y es bueno que marcamos fechas para celebrar lo nuevo y que tenemos nuevas vidas y vidas maduras que nos ayuden a festejar y recordar.
A mi me gusta el año nuevo, aunque en realidad recientemente siempre ha sido una fiesta algo personal en la que me gusta reflejar en el año pasado y reanudar mis fuerzas y propósito en las diferentes áreas de mi vida. Reconozco que en realidad es sólo un continuar, el año nuevo no es mucho más que un acto de cambiar calendarios pero me gusta ese acto, de recordar y celebrar lo nuevo y recalcar la esperanza que viene un día mucho mejor que este cuando todo será hecho nuevo.
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