Paul Ambroise Valéry
A veces me gustaría levantarme con buenas noticias. Abrir el periódico y enterarme de la ausencia de muertes durante el fin de semana o la increíble reacción positiva del presidente ante las criticas. De vez en cuando me gustaría solo leer buenas noticias o noticias tontas como aquella de la boda real o los muchos hijos que ha comprado Angelina Jolie.
Pero vamos, cada mañana despierto en Panamá y me toca leer titulares sin esperanza. Muertos por acá y por allá, aumento de VIH entre niños que apenas están empezando a vivir, y sobre todo y repetitivamente: el señor presidente insistiendo en tomar las decisiones como le da la gana, prometiendo cosas sin pie ni cabeza, agrediendo a los que se le oponen y bueno, menos mal que no leo periódicos amarillistas.
Pero lo que quiero escribir, aunque ustedes no lo crean, es una breve excusa por el mal actuar del señor presidente. No, no estoy diciendo que sea aceptable su actuar, no estoy justificando el nombrar magistrado a quien le da la gana ni mucho menos su constante lengua suelta donde lo mismo dice una cosa o dice la otra pues hay cosas que ni que, tenga o no tenga razón. Sin embargo creo que muy pocas personas harían un mejor papel ocupando la presidencia.
Con eso no quiero decir que serian peores presidentes; serían idénticos. Y es que la manía de enloquecer con el poder no es exclusivo de las altas esferas. La mínima brusca de poder parece ser suficiente para tornar en dictador al más humilde. Y lo digo pues lo veo por todos lados, empezando por las escuelas donde los maestros dicen hacer las cosas por son ellos y punto. Ya recuerdo a un profesor de historia, un tal Arroba, solía decir barrabasadas y amenazarnos para luego señalar -Ustedes son el huevo, yo soy la piedra- es decir si nos arriesgábamos a estrellarnos contra él moríamos reventados.
Me tocó verlo mientras estudiaba Teología cuando un profesor enfurecido, un tal Morales, me señaló que la ofensa cometida en su contra (escribir un breve articulo donde decía que las cosas podían mejorar) -No te lo perdona Dios ni te lo perdona nadie y mejor ni lleves clases conmigo- le hice caso, de todas formas ya me había enseñado mucho con su reacción y no quería aprender nada más de él.
Me tocó verlo en la universidad de Panamá donde hay profesores, un tal Kenny, que te ponen una A a cambio de veinte dolares. Obviamente no todos los profesores son así, pero los hay, me tocó llevar clases con uno y adivinen que: saqué una C. He podido verlo inclusive en foros de Internet donde los moderadores borran todo comentario con el cual no estén de acuerdo y expulsan a las personas que osen plantarle cara. Y al final lo justifican con: ¡Yo soy el moderador!
Y así pululando por todas nuestras calles déspotas de bolsillo. Expulsando espuma por la boca ante el mínimo atisbo de poder. Padres déspotas, hijos déspotas, hermanos déspotas, esposos y esposas déspotas, estudiantes, maestros, conductores, taxistas, cajeras, guardias de seguridad y escritores de blogs. Entonces ¿Por qué nos extraña que nuestro presidente sea déspota y autoritario? ¿ Haríamos algo diferente de estar en su lugar?
El problema no es exclusivo del presidente, es más bien una cuestión cultural, la oposición se queja y se revuelca ahora porque no son ellos quienes se acomodan y acomodan a los suyos. Y nosotros, sinceramente nosotros, los ciudadanos promedios que desde nuestras casas rabiamos al abrir las noticias que nos amargan aun más el café, también nos quejamos pues no es a un familiar nuestro o a nosotros mismos que nos llega el chance. ¿Quién fue el que dijo? "El oprimido sueña con llegar a ser opresor" creo que fue un brasileño, pero debió conocer la clase política panameña.
No sera hasta que seamos justos en las pequeñas cosas que veamos justicia en Panamá. No sera hasta que estemos dispuestos a ceder nuestro lugar que veamos un Panamá más solidario. No sera hasta que empecemos a escuchar las voces de los demás y tomarla en cuenta que empezaremos a vivir una verdadera democracia, no esta burda imitación, mientras tanto podemos culpar a Martinelli, a Torrijos o a cualquier otro que tenga la desgracia de ponerse la banda presidencial. Pero Panamá no esta en las manos de ellos sino en las nuestras. Déspotas de bolsillo pululando por todas las calles, por allí debe estar nuestro futuro presidente.
El que este libre de pecados que tire la primera piedra. Yo no puedo.