viernes, mayo 14

Apartehid religioso (la otra parte)


Tenemos bastante religión para odiarnos unos a otros, pero no la bastante para amarnos.
Jonathan Swift


Después de haber escrito aquello de Apartheid sexual, fueron diversas las opiniones que recibí, algunos estuvieron de acuerdo conmigo otros me dijeron: tienes razón pero…
Otros simplemente estuvieron en desacuerdo conmigo y algunos más me trataron de poco tolerante. Total; nada nuevo. No voy a entrar en aquel tema de nuevo, por lo menos no ahora, sin embargo me gustaría escribir sobre algo similar.

Vivimos en un mundo con libertad de culto. Lo cual la genial y siempre actualizada Wikipedia define como: es un derecho fundamental que se refiere a la opción de cada ser humano de elegir libremente su religión, de no elegir ninguna (irreligión), o de no creer o validar la existencia de un Dios (ateísmo y agnosticismo) y poder ejercer dicha creencia públicamente, sin ser víctima de opresión, discriminación o intento de cambiarla

En pocas y breves palabras puedo creer lo que sea y dejar de creer lo que quiera también. Lo cual más que válido es inclusive lógico pues no podemos forzar a nadie a cambiar de convicciones o creencias. Respetar las creencias de los demás suele ser un tema bastante delicado, pues algunas veces es difícil establecer límites de donde empiezan mis derechos y donde empiezan los de mi vecino.

Como cristianos tenemos extrañas maneras de reaccionar ante esta realidad. Somos en realidad una religión (nunca me ha gustado tratar el cristianismo como “una religión” pero habrá que admitir que nos comportamos de esa forma) poco tolerante e inclusive amenazadora. Señalamos a diestra y siniestra. A los borrachos, a los drogadictos, a los homosexuales y a los fornicarios, a los corruptos, los mentirosos e inclusive a los otros grupos religiosos.

No quiero ser mal interpretado. Creo en el cristianismo. Soy cristiano. Pero es ese mismo hecho, el de ser cristiano, el que me ha llevado a analizar la forma en la que hacemos las cosas y el por que de ellas. Creo que una cosa es señalar las cosas que están mal, llamar al pecado por su nombre y reaccionar con la justa indignación cuando las cosas se hacen de manera incorrecta.

Creo por otro lado que no hemos sabido cómo hacerlo a través de siglos y parecemos el personaje de la nariz respingona que mira a todos por debajo del hombro y se cree absolutamente mejor que todos. Y señalamos, demandamos e inclusive algunas veces ofendemos a nuestro prójimo en el afán desesperado de erradicar el pecado. Misión a la que por cierto no hemos sido llamados.

Además hemos desarrollado cierto delirio de persecución en el cual vemos una amenaza detrás de cada esquina. Y así en vez de aprovechar la libertad de culto, situación que habría encantado a los primeros cristianos, nos afanamos en encontrar complots, desprecios e intimidaciones donde no las hay. Desde las reacciones extremas a libros como Harry Potter o El código Da Vinci pasando por aquellas protestas donde se insulta y se manda al infierno a la humanidad.

No creo tampoco que debamos ser tontos y recibir con brazos abiertos cualquier corriente, sin embargo creo que es deber fundamental examinarlo todo y retener lo bueno. Que no podemos censurar basándonos en lo que dijo alguien más. Y no podemos ser hipócritas de señalar la paja en el ojo ajeno si ver nuestras propias vigas. No podemos censurar las conductas "inmorales" cuando nosotros mismos nos recreamos en ella en la televisión o en el internet.

No creo que nuestra función sea simplemente censurar sin usar el intelecto. Me suena más algo aquello de poner la otra mejilla, de caminar la milla extra y amar al prójimo. No me excluyo del problema, bien sé que soy parte de él, Tampoco tengo soluciones, tengo un par de ideas pero serían largas de escribir en este blog, solo tengo la certeza de que hay algo más y de que algunas cosas las estamos haciendo mal. Solo tenía esto rondando en la cabeza y debía desembocar en algún lugar.

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