Hay libros que necesitan más de una sola lectura para entenderlos en toda su dimensión. Hay otros que, mientras más veces se leen, más desconcertantes se vuelven. Es como si con cada lectura las páginas revelaran más ideas, sentimientos, impresiones… como si cobraran vida. Tanta, que leer las notas al margen escritas por nosotros en lecturas anteriores es como ver un dibujo que le hicimos a mamá cuando teníamos cinco años.
Con Rayuela ha pasado exactamente lo mismo. De por sí es un libro nada convencional, cuya dificultad en seguirlo a veces radica en su estructura –si es que podemos decir que la tiene, pues una de sus pretensiones es salirse de las “turas” y los “ismos”-, en las referencias, en el francés para los que no lo hablamos... El mismo Cortázar dijo que “a su manera, Rayuela es muchos libros”.
No es solamente la historia de Oliveira, de La Maga, de los Traveler o cualquier otro personaje de la obra. Es la historia de una constante búsqueda. “¿Encontraría a la Maga?”, es la primera oración, que define por sí sola el tema central de la obra. Pero Oliveira no busca a la Maga, aún cuando la pierde y se dice que la busca, sino eso que La Maga le ayudaba a buscar, a su manera, entrando y no entrando del todo en el mundo de Oliveira, y ese “sacrificio” que la Maga hizo del “juego” de Oliveira fue su más grande tragedia, fue lo que acabó con ella.
“El centro, el kibutz del deseo, el Cielo”. Formas de describir “eso” que Oliveira busca “como un gran tonto”, como dice la Maga. Una vez más se prueba que las palabras no son suficientes para describir toda la vivencia, el desconcierto humano que es, asimismo, su tragedia.
La primera vez que leí Rayuela me imaginé a los personajes mucho más jóvenes. Ya que desde el principio me hice una imagen mental de los personajes, no presté atención a la aclaración del propio autor más adelante en la obra. Ya en la segunda vez me percaté del error, y fue difícil de asimilar y “recomponer” los personajes en mi mente. Pero lo más difícil fue darme cuenta de que no importa si se tienen 10, 20, 40, 60 años… siempre el Cielo estará a unos centímetros de nosotros, a un leve puntapié a la piedrita para alcanzarlo. El desconcierto, la nostalgia del “Paraíso”, nos acompañará siempre como acompañó a Oliveira en París y Buenos Aires.
En conclusión diría que Rayuela es una descripción de las muchas maneras en que nosotros los seres humanos nos damos contra las paredes buscando eso que ni Oliveira ni nadie ha podido definir. Etienne lo hacía en la pintura, Ronald a fuerza de activismo y de Jazz, todos creyendo que el conocimiento definirá, describirá y explicará eso que llamamos centro, para darse cuenta que el conocimiento per se solo agrava la convicción de que estamos solos ante el mundo, que venimos sin saber lo que buscamos y existe el riesgo de que nos vayamos en las mismas.
Aunque no se le menciona por ningún lado, creo que es básico tener esperanza. Sea donde sea que la busquemos, es lo que nos puede mantener en pie, viviendo al máximo unas veces, sobreviviendo en otras, experimentando, cayéndonos, levantándonos de nuevo… es la capacidad de saber empezar de nuevo cada día, con o sin Kibbutz. Y tal vez así logremos dar el puntapié necesario para hacer llegar la piedrita al Cielo.
Con Rayuela ha pasado exactamente lo mismo. De por sí es un libro nada convencional, cuya dificultad en seguirlo a veces radica en su estructura –si es que podemos decir que la tiene, pues una de sus pretensiones es salirse de las “turas” y los “ismos”-, en las referencias, en el francés para los que no lo hablamos... El mismo Cortázar dijo que “a su manera, Rayuela es muchos libros”.
No es solamente la historia de Oliveira, de La Maga, de los Traveler o cualquier otro personaje de la obra. Es la historia de una constante búsqueda. “¿Encontraría a la Maga?”, es la primera oración, que define por sí sola el tema central de la obra. Pero Oliveira no busca a la Maga, aún cuando la pierde y se dice que la busca, sino eso que La Maga le ayudaba a buscar, a su manera, entrando y no entrando del todo en el mundo de Oliveira, y ese “sacrificio” que la Maga hizo del “juego” de Oliveira fue su más grande tragedia, fue lo que acabó con ella.
“El centro, el kibutz del deseo, el Cielo”. Formas de describir “eso” que Oliveira busca “como un gran tonto”, como dice la Maga. Una vez más se prueba que las palabras no son suficientes para describir toda la vivencia, el desconcierto humano que es, asimismo, su tragedia.
La primera vez que leí Rayuela me imaginé a los personajes mucho más jóvenes. Ya que desde el principio me hice una imagen mental de los personajes, no presté atención a la aclaración del propio autor más adelante en la obra. Ya en la segunda vez me percaté del error, y fue difícil de asimilar y “recomponer” los personajes en mi mente. Pero lo más difícil fue darme cuenta de que no importa si se tienen 10, 20, 40, 60 años… siempre el Cielo estará a unos centímetros de nosotros, a un leve puntapié a la piedrita para alcanzarlo. El desconcierto, la nostalgia del “Paraíso”, nos acompañará siempre como acompañó a Oliveira en París y Buenos Aires.
En conclusión diría que Rayuela es una descripción de las muchas maneras en que nosotros los seres humanos nos damos contra las paredes buscando eso que ni Oliveira ni nadie ha podido definir. Etienne lo hacía en la pintura, Ronald a fuerza de activismo y de Jazz, todos creyendo que el conocimiento definirá, describirá y explicará eso que llamamos centro, para darse cuenta que el conocimiento per se solo agrava la convicción de que estamos solos ante el mundo, que venimos sin saber lo que buscamos y existe el riesgo de que nos vayamos en las mismas.
Aunque no se le menciona por ningún lado, creo que es básico tener esperanza. Sea donde sea que la busquemos, es lo que nos puede mantener en pie, viviendo al máximo unas veces, sobreviviendo en otras, experimentando, cayéndonos, levantándonos de nuevo… es la capacidad de saber empezar de nuevo cada día, con o sin Kibbutz. Y tal vez así logremos dar el puntapié necesario para hacer llegar la piedrita al Cielo.
Por Isaura
Isaura, muy buen artículo.
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