miércoles, agosto 29

Pensando en viajes

En los Estados Unidos hay una tradición del famoso “road trip” en el que una, dos o más personas se suben a un auto --a veces con un destino fijo y a veces sin destino-- para pasar hora tras hora en el carro recorriendo kilómetro tras kilómetro con el sencillo propósito de “ir”. Si he conocido de forma intima algún aspecto de la cultura estadounidense, tendría que decir que la que mejor conozco es la del “road trip”. Sé que es parte de mi porque lo entiendo en mi corazón (aun si no lo puedo explicar razonablemente) ese fuerte impulso de querer “ir”, de conocer el próximo lugar, y ver dónde nos llevará la carretera. El enorme tamaño del país, las largas carreteras, y el espacio abierto, tanto espacio por todas partes que solo clama por ser conocida todos contribuyen a promover este fenómeno.

El amor por el viaje no es algo que se siente únicamente en estas zonas del norte. En realidad, es algo como un vicio que se encuentra entre todas las personas del mundo que han tenido el privilegio de “ir” cuando quieran. Este vicio puede empezar con tomar sólo un viaje a algún lugar diferente e interesante. Los que comparten este “vicio por el viaje” saben lo que digo que al pasar un tiempo en algún lugar sin viajar hace que uno empiece a sentir una inquietud insaciable hasta que uno pueda tomar un viaje a algún lado, sólo por “ir” o solo por conocer algo diferente.

Un amigo me leía una proción de un escrito de Descartes que decía que era posible que al conocer otros lugares uno se vuelve más y más desconocido del lugar de dónde empezó. Lo mismo decía de los libros. Los libros son como un viaje de ideas y todos los que tienen ese “vicio” puede que se encuentre pensando de una manera muy diferente de como pensaban cuando empezaron el “viaje”.

Creo que es cierto en mi vida. He hecho muchos “road trips”, muchos viajes a nuevos lugares y sobre todo muchos viajes de ideas. Lo que he empezado a reconocer es que aunque puedo señalar el punto de inicio no puedo identificarme tanto con ese punto como me identificaba antes de partir de allí. Lo extraño es el placer que tomo en este continuo aislamiento. Es un aislamiento del lugar de inicio pero un constante encuentro y re-encuentro con otros viajeros (y lectores) que se identifican con uno por el hecho de ser viajeros que entienden el impulso de ir, de conocer y tomar el riesgo de ser cambiados.

1 comentario:

  1. Hola Hannah,

    me llamo Manuel Corrales, soy panameño y hace mucho tiempo que no sé nada de ti, salvo por la página la cual me parece una iniciativa muy interesante, siempre que me invitas la leo.
    A mi me gustan los viajes también y los libros, que casualidad, ayer estaba releyendo la Biblia. En este momento estudio guionismo y hace poco uno de mis personajes hizo un viaje de "noche", claro, no todo fue tinieblas luego amaneció. Lo interesante es que el relato termina en un punto en el que no pude describir a donde había llegado el personaje, no me quedó más remedio que acudir a la poesía aunque sé que no está de moda. A ti no te gusta tampoco ¿verdad?

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