martes, enero 10

Pipo

   
   
Se crio tomando leche de yegua, al menos eso contaba él, era fuerte, ingenioso y con un repertorio de insultos singulares, algunas veces en verso. Salió de Martin Grande a buscarse la vida en la ciudad, y lo consiguió, trabajó por un tiempo en la morgue de Chorrera de dónde sacó unas macabras historias que luego repetiría a sus nietos con la exageración que nos impide hasta el sol de hoy saber dónde termina la realidad y empieza con la ficción. Luego haría baldosas y sería el primer ser humano en derrotar la industrialización al conservar su trabajo pese a la adquisición de una máquina para suplantarlo.

     Contaba que su particular fuerza, porque era muy fuerte, se debía a una extraña mutación genética conocida como “una sola caña”. Su ingenio supongo que lo sacó de sus años de experiencia. Le recuerdo inventando artilugios, limpiando el patio, arreglando su “güiro”, conversando con mi tío Orlando discutiendo la más mínima cosa. Le recuerdo llamándome “pindijito” de forma cariñosa o sin el diminutivo cuando estaba molesto.

     Me llevaba exactamente 60 años y aun así nunca pude ganarle un pulso. Mi abuelo Pipo fue un buen hombre a quien vamos a echar de menos y sin embargo siempre estará con nosotros y seguramente contaremos sus historias, con nuestras propias ficciones y alteraciones. Hasta pronto abuelo Pipo, prometo que Dominic escuchará sus historias y crecerá creciendo que el secreto de una fuerza extraordinaria es la leche de Yegua.

2 comentarios:

  1. Hermoso escrito, Ariel. Espero que se mantenga la promesa de transmitir por tradición oral y escrita la leyenda de los abuelos. Y especialmente este, que fue el que más conociste.

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  2. Además, recuerda que tú eres el único que va a perpetuar su apellido.

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