jueves, agosto 8

De Dominic y Hannah (o de una madre y un hijo)

Ha llegado Dominic a nuestra vida y aunque nos avisó con nueve meses de anticipación su llegada ha estado llena de sorpresas, ver su carita, conocerle, verle abrir sus ojos y recorrer con la mirada el mundo a su alrededor, observarlo como con avidez por media hora y luego llorar desconsoladamente a los cinco minutos pues se ha ensuciado el pañal. Quien diga que los recién nacidos son aburridos es que no le ha tocado cuidar a uno. 

Sin embargo lo que más me ha impactado de la llegada de Dominic no han sido las emociones fuertes y mixtas que han invadido mi pecho al sentirme papá o el sorprenderme por la forma en que siento con todo mi ser amar a ese niño a quién apenas he conocido por seis días. Mi mayor impacto del asunto ha sido conocer a Hannah como mamá, verla desvelarse, sufrir por la herida de la cesárea, ser exprimida por el bebé y nunca quejarse, hacerlo con una sonrisa y amando a Dominic. 

Mi admiración mi respeto y mi amor por Hannah han crecido en cantidades difíciles de medir o explicar. Mi impotencia como hombre al verme limitado en muchas ocasiones a ser un mero espectador del amor y del cuidado. Estoy fascinado por como la vida crece y se toma todo alrededor, como un ser indefenso y dependiente puede provocar tanto amor y atención.

Cualquier intento de escribir siempre queda corto, es inútil, es de esas cosas de la vida que de poco sirve escribirlas o intentar describirlas, es de esas cosas que simplemente hay que vivirlas y limitarse a decir: Es maravilloso, soy feliz.